x Sebastián Chacón
A menudo decimos que el mundo está cada vez más enfermo, muestras de ello abundan, sin embargo la Tierra sigue siendo el mejor lugar para encarar la vida. O al menos hasta que la NASA comience a vender parcelas a buenos precios en algún otro cuerpo celeste que orbite alrededor del sol. Por el momento es lo que tenemos.
Para quienes tenemos la oportunidad de disfrutar del surfing a menudo tenemos la posibilidad de huir en busca de un momento de abstracción de esa realidad que muchas veces destilan las pantallas de TV y las radios con sus buenas nuevas. De todas las cosas que se escuchan se puede sacar en conclusión que la violencia reina entre las preferencias del hombre. Ya sea en Estados Unidos, Bombay (ahí también varios adolescentes a fines de los 80 recibieron golpizas a manos de los agentes de seguridad), Hawaii, Irak o en la esquina de tu casa muchas cosas se definen al estilo Chuck Norris.
Llama la atención ver cómo prácticas violentas despiertan la atención de la gente, incluso en el agua muchas veces la ley de los puños prevalece sobre la palabra. Hoy con Bra Boys en el centro de la escena, no es difícil pensar que en breve tendremos filiales en nuestras costas de estos surfistas afectos al boxeo y a otras excusas en pos de levantar la bandera del localismo.
Y en esa palabra me detengo, el localismo en materia surfing es algo que existe y está bien que así sea. Cuidar el patio de casa es un deber de todos los que sentimos pertenencia de alguna ola de nuestra ciudad, sentimiento que no quita ni anula la posibilidad de compartir con los que de manera respetuosa se acercan al lugar.
Hoy la cantidad de surfistas se multiplica con el correr de los meses, y es natural que dentro del agua el clima se ponga tenso en la espera de una ansiada ola para despuntar el vicio, para entrenar, para abstraerse, para despejarse, para intentar nuevas maniobras, para superarse, para compartir, para dejar atrás una larga jornada laboral, para buscar inspiración, para recordar lo vivo que estamos, para darnos cuenta que el surf guarda misterios y por sobre todas las cosas para divertirnos.
Hace unos días en una rompiente del sur de Mar del Plata con un gran amigo leímos un cartel que rezaba “RESPETE A LOS LOCALES”, nos llamó la atención porque después de la sesión nos dimos cuenta que los llamados locales, a los cuales conocemos muy bien, no inspiraban respeto en lo más mínimo. Lo único que inspiraban era una profunda sensación de violencia, primero por sus actitudes poco civilizadas y segundo por su escaso nivel en el agua, esto último terminó siendo lo más cómico dentro de lo incómodidad de la situación.
Después de la sesión me detuve a pensar en este artículo, y lo primero que se me vino a la cabeza es que para ser respetado primero hay que saber respetar, y si bien dentro del agua no tuve ningún inconveniente, me llamó la atención cómo estos devotos, casi caricaturescos, de la corriente Chucknorrineana (su fundador jamás solucionó un problema hablando) intentaban sembrar el pánico con un grupo de respetuosos desconocidos.
Desde ese día intenté buscar el significado de localismo, y en You Tube encontré una muestra equívoca del significado de esa palabra. Y las imágenes muestran mucho de lo que en el primer párrafo mencioné. Y lo más llamativo es que el autor de la segunda golpiza es Kala Alexander, uno de los surfistas emblemáticos del North Shore. Uno de esos que seguramente vos mirarías con gestos de aprobación y admiración cuando está sobre su tabla.
Ok, uno puede perder los estribos por momentos, pero también la gente puede tener un rapto de conciencia y hacer su aporte de calma y racionalidad, en lugar de pedir sangre y divertirse con las escoriaciones de ese rubio que seguramente nunca más desatenderá las advertencias de los guardavidas hawaianos y de otras nacionalidades.
Hacer lo correcto depende de cada uno, para algunos la palabra tiene más peso, fuerza, potencia y explosión que el más duro y certero de los golpes físicos. Hoy el mar no está tan desprovisto de surfistas como antes, pero si se te cruza a menudo por la cabeza la idea de golpear a quienes están remando en la misma playa, seguramente llegó la hora de cambiar la tabla por los guantes de boxeo.
¿Ustedes lo harían? Yo no.
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